Nuestros Origenes

El cristianismo en Inglaterra tiene raíces profundas. La evidencia histórica indica que para el año 180 dC ya existía una diócesis en Londres, y en el año 314 algunos obispos británicos asistieron al Concilio de Arlés. Durante los tres siglos siguientes, el cristianismo local persistió, resistiendo tanto al paganismo celta y al de los invasores anglosajones como al pelagianismo. Cuando Agustín de Canterbury (534-604) llegó desde Roma en el año 597, se encontró con una iglesia autóctona: la Iglesia Cristiana Celta.

La Iglesia Celta se diferenciaba de la Iglesia Romana en varios aspectos significativos. A diferencia de la estructura jerárquica centralizada de Roma, la Iglesia Celta era más monástica y descentralizada, enfocándose en la vida comunitaria y el liderazgo de abades y abadías en lugar de obispos. También celebraban la Pascua en una fecha distinta y tenían sus propios rituales y prácticas litúrgicas. La Iglesia en Inglaterra no reconoció formalmente la supremacía papal hasta el Sínodo de Whitby en el año 664, cuando se decidió adoptar las costumbres romanas para promover la unidad.

El descontento hacia Roma continuó en Inglaterra en los siglos posteriores, tanto en el ámbito religioso como en el político. Una figura destacada en este rechazo fue John Wycliffe (1324-1384), quien criticó la corrupción en la Iglesia Romana y promovió la traducción de la Biblia al inglés. 

La Reforma Inglesa  separó la Iglesia de Inglaterra de la autoridad del Papa, resultando en el desarrollo de una identidad religiosa propia. Iniciada principalmente por razones políticas en 1534, cuando Enrique VIII fue declarado cabeza suprema de la Iglesia inglesa tras el Acta de Supremacía,

Agustin de Cantebury
John Wycliffe
Hugh Latimer
Thomas Cranmer
Nicolas Ridley

La Reforma Inglesa, que inició en el siglo XVI,  separó a la Iglesia de Inglaterra de la autoridad del Papa en Roma y estableció una identidad religiosa propia, influida por el Movimiento Reformado Europeo. Aunque inicialmente impulsada por razones políticas bajo el reinado de Enrique VIII, la Reforma tomó un giro decididamente doctrinal con sus sucesores, Eduardo VI y Elizabeth I, quienes promovieron una transformación teológica en la Iglesia Inglesa.

Además, los 39 Artículos de Religión adoptaron posturas reformadas al reducir el número de sacramentos a dos (bautismo y la Cena del Señor) y enfatizaron la justificación por la fe y la predestinación. Estas reformas, junto con el Libro de Oración Común, distinguieron a la Iglesia de Inglaterra de Roma y sentaron las bases para una identidad anglicana única.

Durante el breve reinado de Eduardo VI (1547-1553), importantes teólogos y reformadores, como Hugh Latimer, Thomas Cranmer  y Nicholas Ridley, introdujeron cambios profundos. Cranmer, entonces Arzobispo de Canterbury, redactó el Libro de Oración Común (1549 y 1552), que estableció un culto en inglés accesible al pueblo, marcando un cambio radical en la liturgia. 

Las doctrinas romanas rechazadas por la Reforma Inglesa incluyeron el celibato clerical, el uso de imágenes y reliquias en el culto, y la doctrina de la transubstanciación, que afirmaba la transformación literal del pan y el vino en el cuerpo y la sangre de Cristo. En su lugar, los reformadores ingleses promovieron la idea de la presencia espiritual en la Cena del Señor y defendieron el acceso directo de los fieles a la Biblia, traducida al inglés, para su comprensión y estudio personal.

La reforma se ralentizó bajo el gobierno de María I, quien restauró temporalmente la obediencia al Papa y persiguió a los líderes protestantes. Sin embargo, con la llegada al trono de Elizabeth I en 1558, se consolidó una “vía media” mediante el Acta de Supremacía y el Acta de Uniformidad de 1559. Elizabeth promovió una Iglesia nacional moderadamente protestante, renovando el Libro de Oración Común y estableciendo los 39 Artículos de la Religión en 1571, que continúan siendo una base doctrinal del anglicanismo hasta hoy.

Los principales documentos que definieron la Reforma Inglesa fueron:

  1. El Acta de Supremacía (1534 y 1559), que afirmaba la independencia de la Iglesia inglesa.
  2. El Libro de Oración Común (1549, revisado en 1552 y 1662), que estableció una liturgia en inglés.
  3. Los 42 Artículos (1553) y los 39 Artículos (1571), que resumían las doctrinas fundamentales de la Iglesia Anglicana en términos protestantes.

La Reforma Inglesa no solo creó una iglesia independiente, sino que también sentó las bases para una rica tradición de pensamiento teológico y prácticas devocionales que sigue influyendo en la identidad del anglicanismo hasta hoy.

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